Siempre que me preguntan si quiero ser mamá, digo que sí. La verdad es que me encantan les niñes, nunca me creí mucho la historia de la cigüeña y la idea de una guagua saliendo de mi vagina no me molesta tanto. De todas formas, a mis 23 años tener hijes no es algo que esté pensando todo los días.
Pero hace un par de años, mi mejor amiga me llamó para decirme que a lo mejor estaba embarazada, que no sabía qué hacer, pero que de todas formas se sentía feliz y estaba profundamente enamorada. En ese momento, me sentí contenta por mi amiga. Siempre ha querido ser madre y qué mejor que hacerlo con el sujeto que ama.
Al colgar el teléfono, algo me hizo click por primera vez. Yo nunca podría realizar la misma llamada. Yo nunca podría accidentalmente quedar embarazada por gracia divina de la persona que amo, porque una vez más, ser una mujer que ama a mujeres tiene sus complicaciones. Y no solo porque la cultura heteropatriarcal está constantemente atacando, sino porque la ley también lo hace.
Pasé varios meses sintiéndome angustiada con el tema y nunca se lo comenté a nadie. Al ser una mujer bisexual, desde tu familia hasta tus amigues y pareja, te dicen que todo se podría resolver si estuvieras con un hombre.
En fin, me puse a estudiar sobre el tema, sobre nuestras posibilidades como mujeres bisexuales y lesbianas, nuestros derechos filiativos y nuestras opciones en técnicas de reproducción y adopción. Me topé con lo mismo de siempre: injusticias y vulneraciones hacia mujeres cis y mujeres trans.
En Chile no se reconoce la filiación de la madre no gestante. Es decir, el Estado Chileno no reconoce a una de las madres solo por ser una pareja de mujeres. Cuando dos mujeres contraen unión civil, no gozan de los derechos de una familia heterosexual. En ese caso, un padre sí podría reconocer a un hijo si fue producto de una técnica de reproducción asistida.
Por otro lado, si es que decides recurrir a Fonasa para un programa de fertilización, el Estado no te lo va a cubrir, ya que sólo aplica para los problemas y anhelos de las parejas heterosexuales. ¿Te imaginas lo que es que te digan que tú no tienes las mismas posibilidades que el resto porque amas a una persona de tu mismo género? Es literalmente el Estado diciéndote que tu amor no es correcto y no corresponde para tener una familia ni sentir orgullo de ella.
Las feministas, lesbofeministas y madres lesbofeministas desde el 2016 están exigiendo igualdad entre todes les hijes de familias lesbomaternales, transparentales y homoparentales. Sin embargo, el proyecto de ley duerme desde entonces y se vulneran día tras día los derechos de niñes y adolescentes de familias diversas al negarles sus vínculo filiativos, además de sus derechos sociales, de salud, de visitas regulares y pago de pensión alimenticia.
Un hecho histórico en Chile
A principios de junio del 2020 por primera vez en la historia de Chile, un tribunal declaró que una familia compuesta por dos mujeres que participaron de una técnica de reproducción asistida deben ser reconocidas legalmente como madres de su hijo.
Sí, es una gran noticia y un hecho histórico en nuestro país. De todas maneras, esto no ha resuleto la filiación lesbomaternal ni la comaternidad, porque el acceso a la justicia no es igual para todos.
El privilegio y la clase es un gran atenuante en este fallo. Díganme ustedes quién tiene el tiempo, la fuerza emocional y sobre todo el bolsillo para llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos por violación del derecho a la igualdad y la no discriminación.
El capital económico tiene mucho que aportar aquí, al igual que en las técnicas de reproducción asistida. A una clínica no le va a importar si somos dos mujeres que tienen mucho dinero que entregar a un establecimiento.
La verdad es que tengo rabia y mucha pena acumulada por ser una mujer que ama a mujeres y se proyecta con ellas. Estoy agotada de ver cómo un hombre heterosexual cisgénero decide por nosotras. Es por esto que al igual como lo llevan haciendo mujeres feministas hace años, debemos seguir peleando y luchando por nuestros derechos.
Porque ser mujer y a amar a mujeres es una acto de valentía, y ha sido una de las experiencias más lindas de mi vida. Y no me voy a dar por vencida. Ni por mí, ni por ellas, ni por nosotras.
Imagen destacada: Freepik.
1 comentario