No sé bien por dónde empezar. Me arden los ojos de llanto, me duele la guata de angustia. Hace unos días un grupo de seis hombres violó, dentro de un auto, en grupo, a una chica de 20 años en el barrio Palermo, en Buenos Aires.
El relato de los vecinos que la ayudaron a “zafar” dice que se metían de a cuatro en el auto mientras otros dos “vigilaban”, que se turnaban, que la chica no se podía mantener en pie porque parecía drogada, que la sacaron del auto con la bombacha a mitad de piernas, que cuando un vecino los enfrentó lo golpearon y comenzaron a llevarse a la chica agarrándola de los pelos y tironeándole los brazos, que no gritaba porque no tenía fuerza para gritar, que estaba débil y desconcertada.
Para las mujeres víctimas de agresiones sexuales, leer este relato es revivir todos esos momentos espantosos, dolorosos, terroríficos y la posibilidad de empatizar con esa víctima es instantánea. Nosotras no leemos ese relato como un cuento, como un juicio lejano; lo leemos en primera persona y es profundamente doloroso sentir la impotencia de esa chica en ese momento y en los momentos que suceden a esa experiencia, porque sigue siendo algo que a cualquiera de nosotras nos puede pasar cualquier día en cualquier lugar.
Necesito hablarles a ustedes, HOMBRES HETEROSEXUALES:
Por favor, colaboren. Hablen entre ustedes y condenen con todas sus fuerzas las violaciones. Sean enfáticos, hablen de estos temas después de las pichangas, mientras piscolean, cuando se tomen el café en la oficina, porque ¿saben qué? ¡Las mujeres hablamos de esto todo el tiempo! Desde muy temprana edad nos ayudamos, nos aconsejamos, lloramos abrazadas para consolarnos después de haber sido abusadas y ustedes no están colaborando. ¡No con la fuerza suficiente!
El tiempo se acaba y las niñas que nacen día a día son potenciales víctimas, y si ustedes no hacen su aporte esto no va a mejorar. Despierten, háganse cargo de su lugar de privilegio, aprovechen que siguen siendo los dueños de todos los espacios para condenar con fuerza a los violadores.
Hagan pública su opinión entre varones y emitan juicios. Sí, tal cual, digan de frente a sus amigos que aunque una mujer esté bailando en pelota arriba de la mesa nada te da derecho a tocarle un dedo, nada. No tienen derecho a nada más que a dejarnos en paz.
Imagen destacada: Elisa Ventur en Unsplash
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