Lee la primera parte de esta historia en “Me mintió para no usar condón: Una historia de riesgos y un hueón de mierda”.
***
Ñaña
-Dame el número de teléfono– le grito por el celular.
-No te lo voy a dar, quién sabe qué van a planear juntas– me dice mientras siento el temor en su voz.
-Claro hueón, porque antes de volver a mi casa arranqué con un calzoncillo tuyo para hacerte brujería.
–Tú no entiendes la cosmovisión, no entiendes lo que puede pasar. ¿Para qué lo quieres?
-Para saber la verdad hueón, porque sé que mientes, necesito saber qué está pasando con ella.
-Es que yo- responde tartamudeando.
-Tú me importas una mierda, no eres importante, no existes. Yo necesito estar bien, y ella está viviendo la peor pesadilla al igual que yo. Por eso la necesito, porque pudo tener síntomas y no saberlo, porque se va a hacer exámenes, y no voy a depender de ti para saber los resultados.
[Silencio]
–Anota: Nueve, siete…
Tengo en mis manos el número de la Ñaña, la mujer madre que no quería tener un vínculo poliamoroso con él, y por eso se acabó la relación. Pienso en si me va a creer, si me va a juzgar, si va a sentir empatía por mí. ¿Y si la relación aún existe y soy la otra? Ruego que no existan más sorpresas, no sé cuánta información más puedo procesar.
-Hola, el huea me dio tu número. No sé si quieres conversar– le hablo nerviosa.
-No sé quién eres. ¿Podemos hacer una videollamada?
-Sí, claro.
Frente a mi pantalla me topo con una mujer que estoy conociendo por las peores circunstancias del planeta. Empezamos a hablar.
-¿Tú eres su ex?– me pregunta.
-No, yo soy una amiga, o sea, una conocida más bien.
-¿Cómo te llamas? ¿Tú escribes?
-Sí, o sea, como hobbie ¿cómo sabes?
-Cuando salíamos juntos me mostró unas cosas que escribiste, me dijo que me parecía a ti, me pregunto si yo también escribía.
-¿Qué? – siento náuseas. Esto es un mal chiste, ¿nos parecemos? ¿Nos eligió?

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Conversamos tranquilamente una hora, descubrí que él me había contado muchísimas mentiras. Tengo que colgar, en unos minutos debo presentarme a una entrevista online para un trabajo. Nuevamente frente a la pantalla. Respiro profundo, y esbozo mi mejor sonrisa.
-Hola, ¿cómo estás? Gracias por aceptar esta entrevista.
-Gracias Claudio, estoy súper bien ¿y tú?. Qué bueno que te interesó mi perfil profesional. ¿Me escuchas bien?
Empatía
-La otra chica ya se hizo los exámenes, y salieron negativos– me escribe el huea.
-¿Cuál de todas?
–La chica de noviembre.
–¿Y los exámenes?
–No me va a enviar eso.
-¿Y de qué me sirve?
Me adjunta un pantallazo del chat de WhatsApp, un simple “dile que son negativos”, abro la imagen, y ahí están sus datos para realizar una transferencia. Ahora la chica de noviembre tiene un nombre, un rut… y un correo electrónico.
Le escribo un e-mail, algo breve, quiero saber qué salió en sus exámenes. Estoy nerviosa, no logro concentrarme. 10 minutos después llega su respuesta “estoy agotada, ya le dije todo, no quiero saber más del tema”.
Me quedo helada, esta mujer gracias a mi sabe que tenía que chequearse y ahora me despacha con esta respuesta. No voy a mentir, esperaba otra respuesta, un mensaje de tranquilidad, un poco de empatía, que se yo, algo de humanidad. Y de pronto se me instala una idea en la cabeza, “ella no se hizo los exámenes”, un cultivo no estaría en dos días. ¿También está mintiendo? ¿Otra persona más?.

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–¿Por qué tienes relaciones poliamorosas?– me pregunta mientras acaricia mi cabello.
-¿Por qué no?– le respondo con naturalidad.
-Ya, pero ¿por qué? ¿No puedes ser fiel?
-¿¡Qué!? No, no es por eso. He sido infiel, pero lo de las relaciones poliamorosas es porque me acomoda ser honesta conmigo y con la o las personas con quienes estoy.
-O sea ¿esos cabros saben?
-Sí, obvio ¿por qué no sabrían? Si no supieran, sería un engaño, y no, el plan no es ese.
Ex -Amen-Es
No me siento bien, no logro dormir, tengo una presión en el pecho constante. Intento hablar con el huea y descubro que estoy bloqueada ¿me sorprende? Pues no. El ginecólogo me dijo que para los exámenes hay que esperar un tiempo, el contacto fue hace muy poco.
-Y estos te los tienes que tomar en dos semanas ¿estamos?
–¿Dos semanas?
-Sí, no se pueden tomar antes.
Me siento desolada, ¿cómo se supone que voy a aguantar sin saber qué está pasando? No son sólo las dos semanas, sino que esperar los resultados y ahí ¿qué hago? Los sueños han vuelto, me veo en medio del mar, sumergida, una ola gigante, verde turquesa viene hacia mí. Despierto sobresaltada ¿otro aviso?

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-Me fui a tomar los exámenes, en el chequeo físico me dijeron que estaba bien, no tengo nada– me escribe el huea.
-Ah, me desbloqueaste. ¿Y tengo que creer esto, por…?
–No te voy a enviar los resultados cuando me los entreguen, son privados.
-Ah, mira, ¡qué conveniente!
¿Será cierto? ¿Puedo estar tranquila? Mi cabeza está reventándose, intentando recopilar cada dato que me dio. ¿Quiénes son? Tengo información revuelta, las fechas no las recuerdo con precisión, no sé bien si estoy mezclando las historias. ¿Cuántas más están involucradas?
-¿Se va a tomar todos los exámenes?
-Sí, todos.
-Perfecto, ¿siguió las indicaciones para la toma de muestra?
-Sí.
-¿Está menstruando?
-No – respondo. Ojalá sí, pienso para mí.
-¿Está usando óvulos o cremas?
-No, nada.
-¿Tuvo las últimas 48 horas?
-¿Qué? – la miro con cara extraña.
–Que si tuvo abstinencia sexual las últimas 48 horas – me grita a través del panel que instalaron en el mesón de atención.
-Sí- digo bajito, el piso está lleno de gente esperando tomarse el PCR para Covid-19.
-Desde ahí, la van a llamar por su nombre – apunta con el dedo hacia una puerta.
Con el voucher en la mano, me acomodo en uno de los asientos de la sala de espera, bien lejos de las personas, sería terrible, además, contagiarme de Covid-19. Tengo el estómago revuelto, la cabeza me duele mucho. Empiezo a jugar con mis dedos, nerviosa, estresada, ansiosa. El celular suena, lo miro para distraerme. Un mensaje del huea.
-¿Ya te hiciste los exámenes?
-No, estoy en eso, ¿por?
-Alguien salió positiva.
Mierda, esa era la ola. Mi pesadilla está volviéndose realidad.
Flujos
-Hola, me llamo Carolina y vamos a tomarnos estos exámenes – me dice mientras revisa el papel con la solicitud de los exámenes.
-Ok – respondo bajito.
-Confirmemos tus datos. Tu nombre es…
Últimamente hablo bajito, como si quisiera desaparecer, y que nadie notara mi existencia. Juego insistentemente con mi pie, estoy nerviosa, frente a mí, otra vez la camilla obstétrica esperándome.
-Veo que está el hCG ¿estás embarazada? – me dice mientras tickea la lista de exámenes.
-Creo que no.
-Ok- me mira con cara de duda.
-Yo…necesito chequear que no me contagiaron ni estoy embarazada.
-Entiendo, no hay problema. Pasa al baño y te pones esta bata ¿ok? Cuando salgas, vamos a tomar tu examen de cultivo, después vas al baño por el de orina, y luego nos encontramos afuera para los exámenes de sangre ¿entendido?
-Sí.
Me desnudo frente al espejo, me quedo observando mi cuerpo. Se ve fuerte, saludable, me gustaba mirarme, pero ahora se siente distinto; vulnerable, como si pudieran hacerle daño. Me detengo en mis ojos, llevo semanas con la mirada cansada, con falta de brillo. Esta situación me está destruyendo por dentro.

Foto de Karolina Grabowska en Pexels
-¿Estás lista?- me llama la enfermera desde afuera.
-Sí, estoy lista- salgo del baño, rumbo al examen.
Semidesnuda en la camilla, piernas abiertas y mirando al techo pienso que yo no debería estar aquí. Soy responsable, soy honesta, me cuido y cuido a los hombres con quiénes me involucro. ¿Por qué mierda estoy metida en esto? ¿Desde cuándo se normalizo que alguien puede decidir por mi vida, mi salud y mi cuerpo? ¿Por qué yo? ¿Por qué conmigo? Se me escapa una lágrima, me incorporo y corro a vestirme al baño.
-Este es el consentimiento para el examen de VIH, ¿te lo has tomado alguna vez?
-Sí, todos los años, desde hace más de 10 años.
-Ya, súper bien, entonces sabes que tienes que retirarlo en persona, no aparece el resultado en internet.
-Sí, lo sé.
Estiró mi brazo, entregada. La enfermera amarra un elástico azul, observa que mi brazo tiembla, busca una vena, y con mi sangre, llena 4 tubos que tienen stickers con mi nombre.
El último de los exámenes, para terminar un día de mierda.
Aguas
Afuera había un día hermoso. Cielo claro, despejado, y el sol despidiéndose del verano. Respiraba profundo el aire sureño.
-¿Vamos hoy al río?- me dijo desde la cocina.
-Bueno, vamos.

Foto de Nashwan Guherzi en Pexels
Sus manos en la masa, haciendo el pan de la mañana. Me gustan las manos sobre la harina formando los bollos. Tomaba mate y disfrutaba del silencio de la mañana. Al mediodía partimos rumbo al río, nos recogieron en la carretera, y emprendimos caminando los kilómetros que nos separaban de un brazo del río. No había nadie, los turistas no van a esa zona, la llaman “zona de conflicto”. Mejor para nosotres, más agüita para disfrutar. Me empeloté en la orilla y tomé sol. Desde el agua me preguntó:
-¿No me vas a acompañar?
-No, te ves bien solito.
-¡Qué mala eres!
Se acercó a la orilla y descansó a mi lado. Una nube pasó y lloviznó. Se nos hizo tarde y fuimos por las cosas. Mientras él se cambiaba, le robé el pantalón que se iba a poner y salgo corriendo entre medio de los árboles, muerta de la risa por la maldad.
-No me puedo ir en pelota– me grita.
-¡Qué fome! Te queda bien- le respondo mientras me acerco a devolverle el pantalón.
Nos vestimos y volvimos caminando por la carretera.
-¿Abrázame?
-Jajajaja, ¡Qué eres regalón! Bueno, ven para acá– le digo mientras le ofrezco mi brazo.
-¿Tú estarías en una relación a distancia?
-Depende de con quién.
-¿Conmigo?
-Yo no voy a tener una relación monógama.
-Si sé, ¿pero lo intentarías conmigo?
-No- le respondo.
-Bueno, ¿podrías pensarlo más adelante?
-No creo, tenemos visiones muy distintas de cómo entender y llevar una relación.
-Ya, pero tú puedes enseñarme y yo aprender– me acerca a su rostro y me besa.
De pronto, un dolor profundo me saca de mis recuerdos, algo no anda bien. Corro al baño y ahí está: sangre. Es abundante, oscura, oxidada, como vieja.
No, no es un aborto. Estoy menstruando.
¡Por fin!
El huea
-Salí negativo a todo, hiciste este show por nada- me escribe el huea.
-¿Nada? ¿Me estás hueviando?
-No, me acusaste de contagiarte y no tenía nada.
-¿Lo sabías cuando tuvimos sexo?
[Silencio]
-No seas barsa hueón, por suerte salió todo negativo.
-Tienes buen ojo, te metiste con un hueón sano.
-¿Es broma?
Tengo una rabia, felicidad, alivio, todo mezclado. Me quedo más tranquila al saber que, al menos, sus exámenes son negativos, pero, eso no significa nada, aún tengo que esperar el resultado de los míos, y esa es otra historia. Al mismo tiempo, siento rabia, siento furia, al pensar que todo este proceso de mierda, que he tenido que vivir durante semanas, es un simple “show” para este huea.

Foto de MART PRODUCTION en Pexels
¿Dónde está la responsabilidad? ¿Dónde está el hacerse cargo de las mentiras y vulneraciones? Y si hubiesen salido positivos ¿Cuál habría sido su respuesta? Imagino que un “tú decidiste no usar condón” habría sido su oración para zanjar el tema.
Me sorprende la liviandad con lo que cierra todo. En este tiempo, de su parte no surgió un “¿cómo te has sentido?”, “Sé que cometí un error, permíteme ayudar”. Es que nada, ni un poco de empatía ha aparecido en estas semanas. Al narcisista se le cayó la máscara, y llevo días leyendo sus aletazos de ahogado, intentando, de muy mala forma, salvar dignamente de esto.
Estoy agobiada, le escribo a una amiga “necesito hablar, estoy en un problema”. He guardado el secreto por días, me siento avergonzada del engaño, de haber cedido, de haber creído en las mentiras de alguien que, pensaba era mi amigo.
Una llamada, y varios minutos después, por fin puedo poner en palabras todo lo que he pasado, la incertidumbre que vivo, por fin puedo sacar la voz, conversar del tema.
Esa misma semana, veo una alerta en redes sociales, difundida por varias páginas y personas que conozco. Leo el mensaje con asombro, un hombre ha vulnerado a varias mujeres y han generado un mensaje para advertir y para qué a otras, como ellas- como yo-, no les pase. Esa historia compartida no es distinta a la mía, de hecho, podría decir que es la misma, sólo que mi descripción no está en esa lista.
No estoy sola.
No soy la única.
Sospecho, no soy la última.
Foto principal: Cottonbro, Pexels.
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