No es novedad que los círculos culturales han sido históricamente manejados por hombres. Por fortuna, el mundo ha cambiado y, a pesar de que la brecha de género y el machismo en la literatura y las artes sigue vigente, va disminuyendo poco a poco.
Hubo un momento en que las ideas de ser mujer y ser escritora simplemente no podían ir juntas. No porque hubiese una regla escrita en piedra que rezara que las mujeres no podían escribir, sino porque el medio material en el que se desenvolvían no se los permitía con la misma facilidad que a los hombres.
Sin embargo, y aunque mucha gente no lo crea, las mujeres siempre han escrito. Que no se hayan estudiado, analizado y divulgado es otra cosa.
Sobre ese tema habla el libro Cómo acabar con la escritura de las mujeres, escrito por la ensayista, escritora de fantasía y ciencia ficción y feminista radical Joanna Russ. Este texto será la referencia para mostrar tres escritoras que ocultaron sus identidades para ser consideradas “buenas escritoras”.
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Estrategias para acabar con la escritura de las mujeres: El análisis
El texto publicado por primer vez en 1983 y traducido al español por la editorial Dos Bigotes, revela las estrategias que la sociedad y los círculos letrados tradicionales –por lo tanto, canónicos y masculinos– han usado para ignorar, subestimar, condenar, menospreciar y, finalmente, acabar con los libros escritos por mujeres y así evitar la creación de una tradición literaria mucho más amplia e inclusiva con quienes habitan lo femenino.
Estrategias que fácilmente vemos camufladas en las siguientes frases:
- No lo escribió ella.
- Lo escribió ella, pero no debería haberlo hecho.
- Lo escribió ella, pero fíjate sobre qué cosas escribió.
- Lo escribió ella, pero solo escribió uno.
- Lo escribió ella, pero no es una artista de verdad y no se trata de auténtico arte.
- Lo escribió ella, pero alguien la ayudó.
- Lo escribió ella, pero es una anomalía.
Lo escribió ella,
Pero…
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Machismo en la literatura: Acabar con la autoría femenina en 11 simples pasos
En el desarrollo de la obra, la autora establece 11 estrategias que, desde su perspectiva, se usan para suprimir los escritos de mujeres. Estas son:
- Prohibiciones: Elementos culturales, por ejemplo los roles de género, que imposibilitaron el desarrollo de la escritura de las mujeres en masa.
- Mala fe: Saber que esto es parte de un problema mayor y no hacer algo para remediarlo. En este sentido, la autora sostiene que “preferir no saber” y decidir vivir en el privilegio es un acto negativo consciente; básicamente, mala fe.
- Negación de la autoría: Típicas frases como: “El libro se escribió a sí mismo”, que le quitan toda responsabilidad y esfuerzo a la autora.
- Contaminación de la autoría: “Divulgar la idea de que al crear arte, las mujeres hacen el ridículo (…) y que por tanto no es una posibilidad para una mujer que se precie de tener dignidad”.
- El doble rasero del contenido: Considerar de mayor valor e importancia un conjunto de experiencias por sobre otras otras, porque ¡qué importan los sentimientos de una mujer maltratada si tenemos novelas que hablan de los hombres en la guerra, temas considerados “realmente importantes”.
- Falsa categorización: Se categoriza erróneamente a las escritoras. Mujeres que han sido categorizadas como “escritoras de romance” cuando sus libros, además, tocaban otros temas igual o más interesantes que ese.
- Aislamiento: Ok, aceptamos que tal o cual libro bueno lo escribió una mujer. ¡Aleluya! Pero, lamentablemente, fue la única que lo ha logrado.
- Anomalía: Ok, ok. Nuevamente concedamos el beneficio y aceptamos que ese libro lo escribió una mujer pero, ¡ay qué triste! La escritora es un personaje extraño, una especie de monstruo de las letras.

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¿Y qué provoca esto? Pues:
- Falta de modelos a seguir: “No hay nadie como yo que lo haya hecho”.
- Reacciones: Obligar a las mujeres a negar su identidad femenina para poder ser consideradas.
- Estética: Popularizar trabajos estéticos que caracterizan de manera denigrante a las mujeres para evitar que otras quieran ser consideradas de esa manera.
Para la autora, todos estos elementos imposibilitan la apertura de diálogos en torno a escritos de mujeres. Independientemente de la calidad de los textos, estas estrategias no dejan que las obras de autoras se analicen en profundidad, quitándoles la posibilidad si siquiera recibir una mala crítica, ya que debido al machismo intrínseco en la sociedad, se asume de antemano que son textos deficientes y ¿Quién quiere perder el tiempo leyendo malos textos?.
“La historia de la literatura sigue perpetuando el círculo vicioso por el que las mujeres virtuosas no podían saber lo suficiente de la vida como para escribir bien, mientras que aquellas que sabían lo suficiente de la vida como para escribir bien no podían ser virtuosas” – Cómo acabar con la escritura de las mujeres.
Las mujeres siempre han escrito (muchas veces a escondidas)
El texto de Russ no hace más que reafirmar que las mujeres siempre han escrito, pero que durante mucho tiempo fue sumamente complicado ganarse un puesto como escritora, debido al machismo en la literatura.
Algunas autoras lograron sortear estas adversidades, no sin antes adaptarse al contexto y ocultar su identidad, como fue el caso de:
-
Las hermanas Brontë
Estas tres escritoras ocultaron sus nombres bajo los pseudónimos masculinos Currer, Ellis y Acton Bell para publicar sus primeros escritos y evitar los prejuicios de la época.
-
Colette

Foto de Infobae
A comienzos del siglo XX, en Francia comenzó a tener éxito una serie de novelas tituladas Claudine escritas aparentemente por Henry Gauthier-Villars. No obstante, la verdadera autora era su esposa, Colette, que no fue reconocida como autora hasta mucho tiempo después.
-
Mary y George
Otro de los casos más conocidos es el de George Eliot, que en realidad era Mary Ann Evans. Ella publicó sus obras con un nombre masculino para ser tomada en serio y así, desprenderse de todos los prejuicios que conllevaba ser mujer e intentar escribir.
¿Puede el machismo en la literatura acabar con la escritura de las mujeres?
La respuesta es no. Producto del machismo en la literatura se escondió, menoscabó, burló y condenó la escritura de las mujeres mediante diferentes técnicas más o menos conscientes, más o menos inocentes, más o menos nocivas, pero estas tres escritoras (y muchas más) son la prueba viviente de que no se ha podido acabar con la escritura de las mujeres.
Es importante leer y analizar más escritoras para encontrar constelaciones y conexiones entre los textos y crear una tradición y referentes diversos, elementos imprescindibles para generar esa identificación que establezca diálogos, que abra puertas. Así lo dice Russ en su libro:
“Cuando todas las personas vivamos en una misma cultura, entonces será el momento de tener una sola literatura. Pero ese no es ahora el caso”.
Créditos imágen principal: Suzy Hazelwood en Pexels
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