Estamos acostumbradas a hablar de las diversas relaciones tóxicas que pasamos por nuestra vida, pero hay una que usualmente se esconde y que nos cuesta admitir: las relaciones tóxicas en la familia.
Desde muy pequeña dejé de sentirme cómoda con una gran parte de mi familia. Las miradas de desprecio, las comparaciones y el no sentirme válida fueron sensaciones que siempre se hicieron presentes en las reuniones familiares.
Recibía constantes críticas desde un grupo de mis familiares: que estaba demasiado gorda, que no me preocupara por no ser tan bonita, que me gustaba leer solo para creerme más que el resto y así sucesivamente.
Nos sentábamos en la mesa y los más grandes nos comparaban exageradamente con mi tía: que una era más estudiosa, que la otra tenía más pololos. Porque evidentemente crecimos en una sociedad donde lo normal era que las mujeres fueran competencia y de ahí nació también el hecho de que entre nosotras no nos soportáramos.
Muchas veces lloraba, ya que no entendía por qué no me querían, por qué todo lo que hacía lo encontraban malo, aun cuando me esforzaba para que me vieran como una más. Me cuestionaba por qué mi abuela nunca se sintió orgullosa de mí y por qué nunca recibí un “te quiero” de vuelta.
La familia lo es todo

Foto de Anete, Pexels
Hace unos años, por casualidad o gracias al destino, me encontré con un video de Abbey C llamado “No es obligatorio querer a tu familia: el amor no se hereda”, y mi cabeza explotó. Fue la primera persona a la que le escuché decir que no era obligatorio querer a la familia ni que ellos te quisieran.
Siempre nos han dicho que la familia es lo primero, pero ¿qué pasa si una parte de ellos te hacen un constante maltrato psicológico y te sientes totalmente rechazada?
Hemos aprendido a alejarnos de amistades tóxicas y de relaciones de parejas que nos hacen daño, pero ¿por qué se nos juzga y nos sentimos mal cuando cortamos con relaciones tóxicas en la familia?
Un acto de amor propio
Amar por obligación nunca ha sido la opción correcta y recién a los 19 años pude tomar la decisión de alejarme de las personas que me hacían daño. Este fue un acto de amor propio, para demostrarme que soy valiosa aun cuando me repitieron constantemente que no lo era.
No ha sido un camino sencillo, tuve que llegar al punto de ya no poder más para tomar la decisión de alejarme. Cuando hablé con mis papás sobre el tema recibí un total apoyo, ya que la relación tóxica perjudicaba a toda la familia.
Quizás fue un pequeño paso: dejar de saludar por los cumpleaños, evitar ir a reuniones familiares y también hablar sobre el daño que me habían hecho: tomar esta decisión me liberó.
Al principio sentía mucho rencor, pero con el pasar del tiempo fui notando todos los beneficios que esto trajo a mi vida: pude sanar a esa niña que la pasó mal por tanto tiempo.
Creo necesario hablar de estos temas con los niñes y también recordarnos que el amor se construye, se trabaja y que nadie está obligado a querer a otros por tener la misma sangre.
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