Hace poco más de un año, fuimos testigos de la marcha más grande. Había gritos y carteles por una educación gratuita y de calidad, por una nueva Constitución, contra las usureras AFPs, por el medio ambiente, por no más discriminación ni abusos por ser mujer, migrante, negra, trans, gay, lesbiana o pobre. Todas las demandas se hacían presentes en Plaza Dignidad y en otras localidades del país, porque a todes nos unía la misma lucha: cambiar el sistema.
Hoy, lo que se llena con millones de personas no son las calles, sino los malls y otras tiendas porque se acerca la Navidad, y pareciera que olvidamos la pandemia latente y aquello que nos movilizaba hace un año.
Veo a las personas haciendo sus compras navideñas, cargando una decena de bolsas y me siento decepcionada, porque creo que va a ser muy difícil cambiar el sistema si nosotres mismes no nos cuestionamos nuestras prácticas individuales de consumo y si no dejamos de validar a través de la compra de productos aquellas prácticas con las que no estamos de acuerdo.
“Pienso en que el “porque me lo merezco” es la mejor trampa que ha creado el capitalismo”.
No quiero sonar como el facho que critica a la gente de izquierda por tener iPhone. Porque ¿qué alternativa nos presenta la sociedad capitalista para desenvolvernos como sujetos? Prácticamente, ninguna. Sólo reflexiono acerca del consumo, los desechos; en que poco va a durar el planeta si es que no empezamos ya a vivir de una forma más austera y dejar de consumir por consumir. Pienso en que el “porque me lo merezco” es la mejor trampa que ha creado el capitalismo, y con la excusa del “autocuidado” seguimos consumiendo y caemos una vez más en ella.
Me convierto en el Grinch de la Navidad y luego me detengo a pensar: ¿Y si realmente me lo merezco? ¿Si justamente “para esto trabajo”? ¿Qué tiene disfrutar comprando y regalando si nos sacamos la chucha todo el año? ¿Cómo puedo culpar a la gente por comprar tanto si literalmente fuimos criados con la mentalidad de que lo material nos trae felicidad?
Puede ser que alguien haya sido tan golpeado este año, que el par de zapatillas que va a recibir sea lo mejor que le podría pasar. ¿Quién soy yo para establecer los límites de lo correcto, de cuánto “es suficiente”?
Estas preguntas no significan que ya no crea que debamos dejar de sobreconsumir. Sólo agacho el moño y creo que puedo entender estos comportamientos. Porque no ha sido fácil sobrevivir a una pandemia y mucho menos vivir en Chile. Es por eso que la Navidad es la excusa perfecta para -ya sea en forma de abrazos, comida o regalos- darnos un poco de alegría en un año que, francamente, ha sido una mierda.
Imagen principal: Heamosoo Kim, Unsplash.
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