Dentro de todo lo que nos han enseñado sobre qué es el amor, es que este es un sentimiento. Como tal, no es algo que esté bien o mal, sino que hay formas de amar y relacionarnos que no nos hacen bien. Y, colgándose de las palabras de Miguel Valagume, “el amor no se da en el vacío”.
El amor es circunstancial. Depende del contexto y de entre quiénes se da. En alguna parte de nuestra historia, asumimos que las alegrías, las tristezas o las rabias son emociones que dependen de cada persona, así como la manera de canalizarlas. Las entendemos como experiencias únicas y distintas. Y por algún motivo, no ocurrió lo mismo con el amor: se normó, institucionalizó y se definieron roles y posiciones.
Todos y todas asumimos que lo normal y lo correcto es la monogamia. En consecuencia, el ideal es la fidelidad y las relaciones largas. Sin embargo, según una encuesta online e internacional llevada a cabo por Devermut (2018), aproximadamente entre cuatro a cinco de diez personas han sido infieles. Según el mismo estudio, sólo 43 de las 238 sociedades que hay en el mundo consideran la monogamia como una condición natural de las parejas.
“La mujer que ama debe ser servicial, lo que la hace inferior en jerarquía en sus relaciones amorosas”.
Entonces, ¿por qué comenzamos una relación asumiendo que será por defecto monógama? Cada vez es más cuestionada, fenómeno que también le ocurre al amor romántico.
La dinámica del amor y de las relaciones que hemos heredado viene desde el auge de la clase burguesa. En una cultura donde el poder yacía en la acumulación de capital y en la propiedad privada, guardaba todo el sentido crear un contrato que asegurase no sólo esto, sino que además herederos.
Por lo tanto, nace y se institucionaliza el matrimonio con una serie de derechos y deberes implicados.

Fotografía de Sandy Miller
Ahora bien, ¿cómo ser libres si el modelo de relaciones que normalizamos fue pensando en nosotras como esposas, un medio para la descendencia y para tener mano de obra gratuita en el hogar?
Peor aun, se asoció que el matrimonio es un fin para el amor y viceversa. Como tal, la absoluta fidelidad no sólo es lo correcto, sino que es una muestra de amor. Además, en este modelo no es concebible enamorarse de otra persona mientras mantienes una relación.
De este modo, las relaciones de pareja pasan a ser prioridad entre otras relaciones. En el caso de la mujer, pasan a ser además el centro de todo. Se espera de las mujeres que estén constantemente preocupadas por estar en una relación y, estando en una, de cómo cuidarla. La mujer que ama, debe ser servicial, lo que la hace inferior en jerarquía en sus relaciones amorosas.
June García, que imparte talleres de lecturas feministas de “Neoamor“, resume todo esto muy bien: el amor ha sido servicial al patriarcado y al capitalismo. Desde este ángulo, es necesario para el feminismo cuestionarse el amor y sus maneras de relacionarse.

Sandy Millar, Unsplash
“Ni siquiera es necesario hacer una revisión de matrimonios del año 1800, sino haciendo una revisión de nuestras propias relaciones, de cómo nosotras mismas nos hemos desplazado por el amor. Cómo nos hemos dejado llevar a pasar, abandonado metas y aspiraciones. Todo porque sentíamos y pensábamos que no hay nada más importante en nuestras vidas que el amor de pareja”, señala la escritora feminista en el capítulo de Copadas “Cuestionémonos la monogamia”.
Y podemos volver a lo mismo: amar no es lo que está mal, es la forma en la que lo hacemos y cómo nos relacionamos. Y es que no todo se vale en el amor.
Relaciones abiertas
Bueno, entonces ¿es posible mantener una relación sin jerarquías de poder? ¿Podemos hablar de una relación con un enfoque feminista?
Cada vez es más frecuente escuchar sobre nuevas formas de relación no monógamas. Aquí te hablaremos sobre una de estas: las relaciones abiertas.
Una relación abierta es aquella en la que quienes la constituyen toman la decisión de establecer la posibilidad de mantener relaciones con terceras personas. Pueden ser encuentros sexuales esporádicos o vínculos afectivos estables.
Una aclaración: no es el objetivo demonizar a la monogamia, sino que cuestionemos nuestras formas de relacionarnos y así, tengamos la certeza de que es lo que queremos y nos hace bien.
En Copadas, le preguntamos a June García sobre el tema, y nos dio una serie de consejos y su lista de esenciales para el mundo de las relaciones abiertas. A continuación, algunas recomendaciones por si quieres aventurarte en este mundo.
1. Nadie es dueño ni dueña de la verdad
Así como cada persona lo es, todas las relaciones son diferentes. En su unicidad poseen distintas necesidades, problemáticas y desafíos.
No existe por lo tanto una receta mágica para tener una relación abierta.
2. Hablarlo todo
Las cosas claras y el chocolate espeso. June nos dice que lo más sano para tu relación (y para cualquiera) es tener todo conversado. Los consensos y el consentimiento deben renovarse y discutirse para cada aspecto. No porque tu relación comenzó siendo cerrada, debe serlo por obligación siempre.
La falta de diálogo puede ser una señal de alarma. Si no puedes hablar de la forma y los cómo de tu relación, ¿qué clase de relación estás construyendo?

Fotografía de Marie S.
3. ¿Responsabilidad afectiva?: Acuerdos previos
Mucho vemos hoy en día sobre la responsabilidad afectiva en las redes sociales. June nos aclara que para ella el concepto ha sido mal utilizado: no, nadie tiene que hacerse cargo de tus emociones ni tú de las de otra persona.
Es por esto que la escritora y tallerista nos propone que se tomen acuerdos previos: qué quiero, qué busco, qué quiere y busca la otra persona.
No caigamos en “el amor no tiene reglas”, pues ahí yace el peligro de justificar modos de relacionarnos que nos hagan daño.
4. Honestidad brutal
Si bien puede que esté implícito en lo del “diálogo constante”, no nos podemos olvidar de esto. Las relaciones mutan y es completamente inevitable. Lo importante es que seamos sinceros y sinceras con nuestra pareja sobre cómo nos sentimos.
Igual de importante es ser honestas con nosotras mismas. Nunca está de más preguntarse si estoy lista para una relación y si ya estoy en una, revisar y pensar mis emociones.
5. Las relaciones abiertas pueden ser tóxicas
Si es que están basadas en inseguridades, celos o en competir, obvio que sin importar como sea tu relación, esta te hará sentir mal y será tóxica.
6. ¿Qué pasa si yo quiero abrir mi relación pero mi pareja no?
Si luego de conversar deciden aventurarse y abrir su relación, quizás la mejor idea es tomar pequeños pasos e ir analizando cómo se sienten con cada uno de estos.
Como estos pasos determinan la forma de tu relación, sólo pueden ser definidos por ti y tu pareja, sin olvidar que no es que se estén concediendo permisos: están redefiniendo su relación y eso está bien.

Fotografía de cottonbro.
7. Hay más en tu vida que relaciones amorosas
Las relaciones abiertas, como ya mencionamos, pueden ser tóxicas, absorbentes. No dejes de ser amiga, hermana o colega por ser pareja. Las relaciones de pareja no deben estar por encima de otras relaciones.
8. Todo se puede acabar
En los cuentos de hadas nos enseñaron a esperar el felices por siempre. Para June, uno tiene que entrar en paz con esta idea opuesta, independiente de si hablamos de relaciones monógamas o relaciones abiertas.
June García nos da un término que abraza todas estas ideas: neoamor. Este según como ella lo define, consiste en descubrir la forma de amor que te hace bien, que te conviene a ti y a tu (o tus) parejas. Supone una relación horizontal, sin juegos de poderes.
Si no te sientes preparada para una relación abierta o deseas mantener una relación monógama, no lo olvides: tienes no sólo la posibilidad sino el derecho de enamorarte de otras personas mientras estés en una relación. Lo importante es poder comunicar tus sentimientos a tiempo a las personas involucradas.
Foto principal: Dainis Graveris
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