Cuesta imaginar lo mucho que nos ayudan las plantas en un mundo capitalista. Una les da agua y un espacio en la casa, pero a primera vista las plantas no dan mucho a cambio. A veces, incluso se rinden a la vida, dejando su piel muerta en su lugar.
Es difícil ver a esos seres poco ágiles como una ayuda y un soporte, pero una lo empieza a entender apenas adopta a una plantita.
La inmediatez que consume nuestros días en los mails que hay que contestar, los escritos que debemos presentar urgente, las reuniones que no paran y la vida de la casa, puede contrarrestarse de una forma muy amable con ver el nacimiento de una hojita nueva, ver cómo un esqueje saca raíces en un frasco con agua o el brote de una flor que solo sobrevive un día o dos.
Ayuda contra la frustración, porque una estuvo dos o tres semanas pendiente de esa hoja que venía media rara, que mutó en flor y finalmente al segundo día ya se marchita. Entender que ellas tienen sus tiempos y sus procesos es también un aporte y nos hace abrir los ojos. Porque, finalmente, la vida no era tan acelerada ni urgente como nos la pintan.
El mundo nos hace creer que es imposible parar o ir a un paso más lento. Sin embargo, cuando nos vemos sumergidas en esos pensamientos, ahí están ellas, nuestras plantitas, recordándonos que no hay por qué ceder ante la presión de la urgencia.
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Escucha este editorial en el capítulo de Copadas “Crazy plant lady”, en el que conversamos con la creadora de Laboratorio Botánico y del Colectivo Flora, Valentina Trejos.
Foto principal: Prudence Earl – Unsplash
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